jueves, 9 de abril de 2015

Tres tristes indios

Para el Estado existen tres tipos de indios. El más atrayente de todos es el indio muerto. Es el espécimen por antonomasia que conservan celosamente los museos. Es el preferido de los académicos. Es un “tema” que da prestigio y a través del cual es relativamente posible conseguir subsidios para investigaciones. El indio de la repisa, se encuentra inmóvil, quieto, sin el menor atisbo de movimiento, es muy agradable de etiquetar. Permanece en el estante donde se lo rotula invariablemente en tiempo pasado: habitaban, creían, cazaban, comían. Son habitantes de una vitrina, son la autentificación de una presencia. También es utilizado por los que sitúan la crueldad en el pasado. El problema quedó atrás y los únicos malvados son Roca & Cia.


El segundo ejemplar, todavía presenta rasgos que lo hacen agradable, es el indio fenomenizado. Un indio que oscila entre lo circense y caso de libro, entre exótico y lo folklórico. Espectáculo o tema antropológico. El prestigio de su estudio se incrementa en virtud de la lejanía y de la dificultad para ir a observarlo en su “hábitat”. No causa problemas siempre y cuando se mantenga dentro de esos parámetros de exotismo, es decir, danzando y pronunciado conjuros a la naturaleza, no molesta. Incluso puede devenir en fugaz artista televisivo grabando algún CD utilizando sus “primitivos” instrumentos musicales.

Sin embargo, cuando un originario advierte que sus bosques son arrasados por la soja, cuando extraen recursos naturales como el petróleo destruyendo el medio ambiente que rodea a su comunidad, cuando abandona su tierra corrido por empresarios privados o directamente por el poder omnímodo del Estado como el caso de los qom de La Primavera y alza su voz y sus brazos en busca de ayuda y justicia pierde toda simpatía, comienza a molestar. Ese indio que vive, que es real, que transpira y sueña, al que le fue arrebatado todo y necesita un trabajo, indudablemente molesta. Incomoda su tenaz y cariñoso arraigo a la tierra, esa “tierra que camina” como los denominó alguna vez Atahualpa Yupanqui. El indio vivo siempre molestó. Desde Roca a Gildo Insfrán. Incluso algunos, a quien su camiseta política no les deja ver el bosque de la realidad, los acusan de elegir mal a sus interlocutores. Un invisible no tiene chances, no tiene opciones. Aun no llegó el Nunca Más de los Pueblos Originarios. Siempre es Más.

Por Marcelo Valko
Fuente: Confederación Mapuche de Neuquén




No hay comentarios:

Publicar un comentario